Cancún, la nueva promesa del mundo maya

jueves, 13 de diciembre de 2012


Canún


Cancún tiene el don de hacer que todo brille como un tesoro. Desde la imponente arquitectura de su zona hotelera hasta la simple experiencia de una noche de fiesta se viven allí con una magia muy particular.

Es tal el encanto de esta ciudad del estado de Quintana Roo (México) que por estos días se da el gusto de ofrecer planes para sobrevivir a la euforia que despierta la idea del fin del mundo.

Ninguna campaña de mercadeo sobre la cultura maya ha sido tan contundente como la expectativa que generan sus predicciones sobre el final de uno de los ciclos del planeta, que en su calendario corresponde al 21 de diciembre.

En esta zona de la península de Yucatán nadie se refiere al Apocalipsis. Tienen claro que el mensaje maya habla del fin de un ciclo y el comienzo de otro. Para Gerardo 'Jerry' Ham, uno de los guías profesionales de esta región, las interpretaciones que hablan del fin del mundo reflejan el oportunismo de quienes quieren lucrarse con los temores de la gente.

No obstante, es claro que el interés que despierta este tema
beneficia a este destino del Caribe mexicano, uno de los cinco distritos del país donde se desarrolló la cultura maya (que este año ha recibido a cerca de 52 millones de turistas). Solo este mes esperan una ocupación hotelera del 90 por ciento, un alivio para la crisis financiera que están viviendo desde el 2008.

Aprovechando la afluencia de viajeros, los prestadores de servicios turísticos están promoviendo paquetes con visitas a Tulum, un balneario que cuenta con su propio sitio arqueológico; al parque natural de Xcaret y a Chichén Itzá, donde se realizará la ceremonia Fin de la Larga Cuenta Maya, en la que se presentarán rituales prehispánicos.

Lo que no se puede perder

Chichén Itzá, patrimonio de la humanidad de la Unesco desde 1988 y una de las siete maravillas del mundo moderno, deslumbra con los vestigios de una ciudad religiosa y con el legado de una civilización que adoró dioses y serpientes y que contó con una compleja estructura social.

Lo más llamativo es la estructura piramidal conocida como El Castillo o Templo de Kukulcán, una construcción de 55 metros de ancho y 24 de altura y con 91 escalones por cada costado, peldaños que, a diferencia de los de otras pirámides, no se pueden pisar.

El mayor espectáculo allí tiene lugar los días de equinoccio (en marzo y septiembre), cuando la luz del Sol hace un juego con las sombras en una esquina de la estructura, en la que se representa el descenso de una serpiente, Kukulcán.

Otro punto de interés es el cenote sagrado, un pozo de 60 metros de diámetro con una profundidad de 13 metros, donde se hacían ofrendas a Chaac, dios de la lluvia. No tiene agua cristalina y por su difícil acceso no es apto para bañarse.

También está el juego de pelota, donde se realizaba un deporte-ritual del que no se sabe con certeza cuáles eran las reglas y la frecuencia con que se llevaba a cabo. Allí se ven los aros de piedra por donde debía pasar la pelota y el registro de la vestimenta de los jugadores en un impresionante mural.

A zambullirse
A 15 minutos de Chichén Itzá está el parque ecoarqueológico Ik Kil, hogar del cenote sagrado azul. En este enorme hoyo de aguas subterráneas, de entre 30 y 40 metros de profundidad, es posible lanzarse desde cualquiera de los tres niveles (de 2, 5 y 7 metros de altura), flotar y verse rodeado de vegetación, cascadas naturales y peces. Son los 70 pesos mexicanos (casi 10.000 colombianos) mejor invertidos para cualquier amante del agua.

Yucatán está plagado de reliquias mayas. Algunas famosas y otras no tan majestuosas, pero todas dignas de ser admiradas, como el templo dedicado a la diosa Ixchel, en Isla Mujeres, a 30 minutos en transbordador desde Cancún.

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